Los Floranos que tienen diligencias administrativas, comerciales, familiares o de otro tipo por hacer en la cabecera municipal, se tienen que preparar desde temprano para un viaje de una hora en “yonso”, que suele ser grato en las horas de la mañana y ambientado por el paisaje lacustres de las ciénagas y caños que ni aun los que somos de la región dejamos de admirar. Los firmales de tapones y tarullas en el invierno suponen retrasos bastante previsibles, pero después de vencerlos todos y de pasar por estrechísimos atajos que hábilmente el “yonsero” memoriza, el pasajero florano se ve pronto en la ciénaga grande de San Marcos. Lo primero que se divisan en la orilla urbanizada, a lado derecho son la torre de la emisora AM “La voz de San Marcos” y un poco más al extremo el puente sobre el río San Jorge. Mas al centro ciertas bodegas arroceras, el mercado público y el muelle, un poco más a la izquierda otra planta arrocera. Y allí en el muelle está permanentemente el Hombre-Hicotea, dando la bienvenida a las embarcaciones que atracan en aquel puerto.
Salvo ciertas personas que han leído Historia Doble de la Costa del finado sociólogo Orlando Fals Borda, la mayoría de la población de la región ignora, irónicamente, que tal endriago fue ideado por él y mucho menos saben del significado de este fabuloso símbolo del hombre del San Jorge: anfibio, resistente y luchador ante las dificultades de la vida. Pero este símbolo no se corresponde con la conducta antiética de las elites políticas que gobiernan el municipio, sumamente corruptas y clientelistas, viviendo entre lujos y placeres, en medio de la pobreza de la mayoría de la población más noble del mundo, por lo que la entidad territorial , hoy decadente, ha sido llevada al punto de convertirla en “la gran ramera” del San Jorge.