POLÍTICIA DE LAS CULPAS.
Ha concluido el año 2010. Es un hecho notorio de dimensión nacional la gravedad del invierno tropical que escaló a enormes niveles de afectación social y económica, algo realmente catastrófico. Fue una tragedia natural que unos millones de colombianos sufrieron y que los demás en la distancia lamentaron. En medio de todo ello asistimos al sainete de las acusaciones expiatorias del Gobierno nacional contra las administraciones de los entes territoriales y de las corporaciones autónomas del medio ambiente (CARs). En tiempos medievales la religiosidad imperante culpaba de los desastres naturales a las brujas y se desataban en consecuencia las persecuciones más irracionales y facilistas según el Malleus Maleficarum. Hoy la politiquería gubernamental, coadyuvada por la cotorrería de la gran prensa, pone la responsabilidad en los alcaldes y gobernadores como parte débil del debate, y lo hacen con argumentos verosímiles, más sin embargo reconociendo que aparte de la imprevisión de los susodichos servidores públicos, otros factores han maximizado la calamidad, como la pluviosidad extraordinaria, la minería legal e ilegal pero irresponsables y las obras de los hacendados que alteran el ecosistema. Todo ello con exclusión de la responsabilidad que le toca al Gobierno central, específicamente al octogénio presidencial de Álvaro Uribe.
En este blog denunciamos esta ceguera de los hechos vistos en perspectiva histórica. Como también deploramos que el gobierno de Juan Manuel Santos haya reaccionado tarde, declarando la emergencia “humanitaria” nacional solo después de que la capital Bogotá y sus márgenes estuvieron amenazados por las riadas, derrumbes y los destechamientos de los estratos pobres. Mientras que los pueblos de la Costa Caribe, en especial de la Depresión Momposina, llevaban con el agua al cuello más de tres meses, aguantando sin ninguna solidaridad nacional y sin “Colombia humanitaria”. Uno de esos pueblos resulta ser Las Flores en el municipio de San Marcos (Sucre) cuyo caso es paradigmático para recrear los hechos que fundamentan la incuria y el desprecio humano autonegados de los presidentes en mención.
INUNDACIÓN 2005, LA ADVERTENCIA DESATENDIDA.
Veamos primero la inundación general del bajo San Jorge de 2005. Después de hacer un comparativo tenemos que los niveles alcanzados por las aguas de la ciénaga en el 2010 fueron iguales a los de la inundación de 2005. Quedaron afectados las mismas calles, casas y barrios. De manera que queda en entredicho la afirmación-excusa de que este invierno es el peor en los últimos 30 o 50 años, por lo menos en los que al sur de Bolívar y Sucre respecta.
Segundo, que tres años después de la inundación de 2005, exactamente el 26 de junio de 2008 se celebró en San Marcos (Sucre) uno de los consejos comunales de Álvaro Uribe, en el que la población aprovechó para proponerle soluciones concretas a las inundaciones, y él mismo en su arrebato de showman presidencial las acogió, comprometiéndose públicamente. Promesas que repitió en Caimito y en otros muchos pueblos ríanos y sabaneros del Caribe colombiano. Promesas que eran falsas y vacías de voluntad política. (En breve publicaremos el audio del consejo comunal de San Marcos como prueba).
Por otro lado, todos vimos que el 8 de agosto de 2010, un día después de su posesión el presidente Santos viajó espectacularmente a la Mojana, subregión que desde la campaña presidencial ya reclamaba el interés de gobierno crepuscular y de los candidatos. Sin embargo no fue sino hasta noviembre que el gobierno de Santos reaccionó normativa, fiscal y realmente. Lo cual se constituye en una muestra más de la distancia que, decía el caudillo Jorge E. Gaitán, alejaba al “país político” del “país nacional”; es decir del divorcio del destino de los gobernantes del destino del pueblo.
Ahora que todo está consumado, Uribe permanece en silencio al respecto, con la conciencia de que en sus ocho años no se hizo nada por conjurar las amenazas anuales que se cernien sobre los habitantes de las cuencas de ríos y ciénagas. Mientras Santos salpica con desenfado a los Alcaldes, no reparando antes en que el municipio colombiano está siendo asfixiado, desde hace una década, por sucesivas reformas jurídicas que merman sus recursos fiscales por un lado y por el otro aumenta desproporcionalmente sus cargas y funciones. Por lo tanto muchos municipios de baja y mediana categoría se encuentran en una enorme incapacidad económica para responder adecuadamente a las comentadas contingencias. Ante lo cual estaba llamado a intervenir oportunamente el Estado central.
CORPOMOJANA O CORPO-ROBO
Ahora, sigue siendo cierto que las Corporaciones ambientales son ineficientes, que son entes burocráticos. En lo que toca a Las Flores, San Marcos y en general el sur del departamento de Sucre, es Corpomojana la entidad a cargo de los asuntos ambientales. Es proverbial entre la población la incapacidad de esta para actuar; la corrupción y la politiquería la sojuzgan, tanto es así que la gente la llama Corporobo, puesto que no hace más que darle charlas a los pescadores y contratar obras de ninguna incidencia. Tiene además un rasero que es favorable a los poderosos hacendados. Hace poco a un modesto empresario le negaron la licencia para hacer una represa e incursionar en la piscicultura aprovechando su vecindad con la ciénaga de Las Flores. Mientras que a una finca en que se crían búfalos le permiten que sin licencia ambiental levanten kilométricos terraplenes o jarillones que alteran el flujo natural de las aguas del ecosistema. Así mismo se están haciendo los de la vista gorda ante el impacto ambiental negativo que producen los búfalos cuando pastan en los “zápales” o “humedales” y que han afectado directamente a los pescadores y sus otras actividades de rebusque. El efecto negativo de las haciendas búfaleras solo ha sido medido empíricamente por los habitantes. A pesar de haberse hecho la denuncia respectiva en el Consejo Comunal de 2008, aun no se conocen estudios ni conclusiones por parte de Corpomojana.
EL SISTEMA HA CAMBIADO
Y seguirán las inundaciones con igual o mayor ímpetu, y con ello la perturbación de la vida social de millares de comunidades, según no los muestran los antecedentes y las evidencias, en nada halagüeñas. Porque es un hecho que el sistema de la Depresión Momposina, que comprende el sur de cinco departamentos de la Costa Caribe, ha cambiado inexorablemente y era de esperarse que así fuera. Esta afirmación no abre espacio para la profecía sino para la previsión racional. Quienes alguna vez han leído El río San Jorge, obra de Luis Striffler, Historia doble de la Costa de Orlando Fals Borda o La sociedad hidráulica zenú de Plazas y Falchetti y otras publicaciones científicas pertinentes saben que la Depresión Momposina se trata de un sistema de grandes ríos, ciénagas y caños que han mostrado históricamente alteraciones que comprometen los asentamientos humanos, a menos que estos en una labor sostenida y centralizada lo gestionen con una ingeniería hidráulica elemental pero eficaz, probada en la era precolombina por los indígenas zenues.
Por lo pronto solo le queda al Gobierno central planificar la reubicación y refundación de pueblos enteros pero con una urbanización moderna que satisfaga todas las necesidades básicas de la población y aunado a ello una reforma agraria para revitalizar el sector agropecuario en que aquellas comunidades están insertas. Porque es apenas palmario que el problema de las aguas es un problema también de tierras. Orlando Fals Borda bien sostenía en Historia y región que los ríos no debían ser tenidos como divisiones o fronteras naturales para la división político-administrativa del país, que en aras de fortalecer la descentralización los municipios y departamentos deberían crearse los mismos en torno a los cuerpos de aguas para que pasaran a ser el corazón de la política estratégica▲©
A continuación unos apartes del vídeo de la inundación en varios sectores de Las Flores, cortesía de Floresvisión:
Helmer García Salgado.