Algo bueno
que dejó la cuarentena en esta Semana Santa es que, si se hubiera llenado el
pueblo de visitantes y distracciones sociales, con la bulla de la corraleja, hubiera
sido difícil, en circunstancias normales,
develar la primera cara conocida de una peligrosa banda de extorsionistas como
ocurrió la noche del viernes santo en La
Concepción, al otro lado de la ciénaga plateada por la luna.
Quizá haya
sido sobre esa plaga criminal que San Roque haya obrado su primera labor, un
día después, que lo pasearan sereno por las calles de Las Flores. Según las
fuentes directas que participaron en la retención del sospechoso de pertenecer
al grupo ilegal este no dio nunca pretextos válidos, ni creíbles. Dijo estar perdido
bajo la claridad de la luna en un paraje de la ciénaga despejado y que es muy
conocido para cualquier florano. Dijo que venía de San Marcos en su moto cuando
era día feriado y no podía haber oficinas públicas o de comercios abiertos, ni
mucho menos era permitido la movilidad dada las restricciones de la cuarentena
contra la pandemia. Dijo estar borracho, pero no sintieron el efecto del
alcohol ni en su aliento ni en sus palabras. Nada más podía explicar allí su
presencia, en ese justo momento, cuando otros sujetos sospechosos motorizados
intimidaban a una pareja de campesinos para exigirles dinero, como lo venían
haciendo desde el verano de 2019.
Su
complicidad, que supone un concierto
previo, quedo en evidencia cuando afirmó haber visto otros merodeadores, pero
no quiso decir quiénes eran. Que al final, atando cabos, resultaron ser
residentes de Las Flores.
En pueblo
pequeño es cuestión de tiempo para que se desenrede el ovillo de la verdad. ELLOS
SABEN QUE TODOS YA LO SABEMOS. Es vox
populi quiénes son los demás implicados, que fueron vistos salir en la
tarde del viernes santo por el retén a la entrada del pueblo. Aunque por lo pronto
el bandido desenmascarado, que se le
conoce como el extorsionista de La
Concepción, camina libre por las calles cargando con la sanción social, por vergüenza, si aún
les queda, él y todos sus compinches deberían irse del pueblo por unos buenos
años, porque Las Flores no puede ser nido de delincuencia organizada como lo son otros pueblos aledaños.
La Policía ya lo sabe, pero
judicialmente es poco lo que se puede hacer ya que dejaron en libertad al
sorprendido en el mismo lugar de los hechos, porque los familiares de la
víctima no supieron que hacer con él en justa ley, o porque quizá imaginaran
que requerían de una prueba irrebatible cuando en realidad ellos mismos eran
las pruebas.